En la
obra domina la narración en tercera persona. Se trata de un narrador heterodiegético omnisciente
que conoce todo sobre la vida de los personajes y de los hechos relatados: sus
pensamientos, sus sentimientos, su pasado. No participa en la acción, sino que
la observa desde fuera. Se centra cada vez en un personaje, al que disecciona
en profundidad, pero sin hacer juicios de valor ni presentar una visión de
conjunto.
Sólo en
algunas ocasiones se pasa a la primera persona. El novelista utiliza el monólogo tradicional para dar a conocer a algunos personajes. Este es el caso Susana (cap. 18) y el inspector (cap. 26). Se trata de monólogos ordenados en 1ª persona, en que se dirigen a un interlocutor. Susana se dirige al inspector, después de su primera cena y relata los hechos más importantes de su trayectoria vital de manera lineal (su matrimonio, la llegada a la ciudad,
la separación, la crianza de su hijo en solitario) hasta llegar al presente, en que su hijo quiere marcharse a vivir con su padre y se quedará sola en un pueblo que no es el suyo. El inspector, por su parte, se confiesa ante el padre Orduña. En ambos casos recurre a entrecomillar los fragmentos
(cap. 18, pág. 225 y siguientes, para Susana). En el caso del inspector conocemos
su comportamiento violento en el País Vasco (cap. 26, pág. 362 y siguientes). También en ambos se alterna la narración en tercera persona, con las confesiones
en primera persona de estos personajes.
En cambio, para caracterizar al asesino violento e irracional se usa el monólogo interior. que presenta desorden y asociaciones ilógicas (Vid. capítulo 20, pág. 251-252) a). Algunos rasgos lingüísticos son la ausencia de signos de puntuación, la sintaxis desordenada y confusa que refleja el caos de la mente del asesino, los motivos obsesivos (anáforas: la palabra “manos” se repite hasta veinte veces en estas dos páginas), enumeraciones interminables, polisíndeton....
En cambio, para caracterizar al asesino violento e irracional se usa el monólogo interior. que presenta desorden y asociaciones ilógicas (Vid. capítulo 20, pág. 251-252) a). Algunos rasgos lingüísticos son la ausencia de signos de puntuación, la sintaxis desordenada y confusa que refleja el caos de la mente del asesino, los motivos obsesivos (anáforas: la palabra “manos” se repite hasta veinte veces en estas dos páginas), enumeraciones interminables, polisíndeton....
El autor
recurre en algún caso al estilo indirecto libre, en particular cuando
aparece el asesino. Es entonces cuando el lenguaje del narrador en tercera
persona se contamina con el lenguaje soez y vulgar del personaje. Esto se
observa en el capítulo 12.
Otro
procedimiento es el que utiliza el informador de ETA. También en tercera
persona anota detalladamente los hábitos y costumbres del inspector, de forma
fría. Incluye solo datos indispensables para que después se pueda cometer el
atentado, en una especie de ficha. Es un narrador totalmente objetivo,
que constata empíricamente los movimientos y costumbres del policía,
relacionados con los mejores lugares en que se puede abordar para escapar más
fácilmente:
«Se levanta todas las mañanas a las ocho. Lo primero que hace es asomarse en pijama a la calle. Aparta unos segundos la cortina y mira primero a las ventanas de enfrente y luego a la calle. Se fija en los coches aparcados, para comprobar las matrículas. Sale hacia las ocho y media. Traje, corbata, anorak verde oscuro. Piso 3.º izquierda, calle Granados, 14, finca con cinco plantas".
«Se levanta todas las mañanas a las ocho. Lo primero que hace es asomarse en pijama a la calle. Aparta unos segundos la cortina y mira primero a las ventanas de enfrente y luego a la calle. Se fija en los coches aparcados, para comprobar las matrículas. Sale hacia las ocho y media. Traje, corbata, anorak verde oscuro. Piso 3.º izquierda, calle Granados, 14, finca con cinco plantas".
La narración
domina sobre el diálogo, aunque frecuentemente las palabras de los
personajes aparecen embebidas en la narración sin ningún tipo de indicación:
“La vieja, cuando le vio atornillar el cerrojo, lo miró con cara de luto, la que tenía siempre, parecía amortajada en vida. Hay que ver, hijo mío, ni que tuvieras que esconderte de nosotros. Siempre encerrándose, como a los doce años” (pág. 143).
“La vieja, cuando le vio atornillar el cerrojo, lo miró con cara de luto, la que tenía siempre, parecía amortajada en vida. Hay que ver, hijo mío, ni que tuvieras que esconderte de nosotros. Siempre encerrándose, como a los doce años” (pág. 143).
A veces se utilizan verbos de lengua en medio de
la narración:
“A ver, que venga el asturiano, que le haga a
éste de donante de órganos, o por lo menos de unos centímetros, que a él no le
hacen ninguna falta, dijo otro, el que lo había visto salir de la ducha, antes
de que a él le diera tiempo de taparse con la toalla. Estaba tiritando y se le
había encogido... “(pág. 145).
Hay pues, varias modalidades de introducir la voz
de los personajes:
- estilo directo: reproduce las palabras
textuales de los personajes.
- estilo indirecto: el narrador no
reproduce exactamente el discurso de los personajes, sino que lo reconstruye
con sus propias palabras.
- estilo indirecto libre: el narrador
reproduce los pensamientos y sensaciones de los personajes, pero integrados en
su propio discurso, respetando la forma de expresión del personaje (cap. 12).
-estilo directo libre