O MUÑOZ MOLINA

EL ESTILO



Dice el autor: "Uno escribe para combatir el olvido, para rescatar en las palabras el tiempo gastado por los relojes, pero sucede, y es ahí donde la aventura empieza, que hay un instante en que la línea recta de la máquina de escribir desciende, como hilo de Ariadna, a regiones no iluminadas por la conciencia, y revela paisajes donde la memoria sumergida se confunde con todos los sueños que no fueron recordados al despertar. Como en un viaje al centro de la Tierra, quien indaga en sí mismo para escribir encuentra océanos sepultados y selvas de las que nunca le dio noticia su razón.

Si algo caracteriza a Muñoz Molina es el cuidado uso de la lengua y su dominio de los diversos estilos y registros. La expresión del narrador se caracteriza por el uso frecuente de técnicas de amplificatio, que producen un tempo lento en la novela. Excepto en los casos en que aparece el estilo indirecto libre y la voz del narrador se contamina de la del personaje, la variedad utilizada por éste es culta y formal. En ella destacan sobre todo los recursos estilísticos propios de las técnicas amplificativas: las enumeraciones, acompañadas de paralelismos sintácticos, anáforas, asíndeton o polisíndeton, lo que redunda, desde el punto de vista sintáctico, en oraciones muy complementadas.

Ejemplos de estos recursos abundan en toda la novela:
- enumeración: “ aquellos ojos pequeños, miopes, fatigados, adivinadores”

“El Padre Orduña había reconocido en él el desamparo, el rencor, la vergüenza y el hambre, incluso el odio, un odio constante y secreto”

- repeticiones léxicas: “el odio, un odio constante...”

- paralelismo sintáctico: “Unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación (pág. 1).

- animalizaciones, presentes cuando el protagonista compara sus manos con los pescados que corta todas las mañanas en el mercado: “los calamares, los pulpos, las rayas, las potas, los rapes.”

Un ejemplo de lo que puede ampliarse la oración en la novela se produce al comienzo del capítulo 20, en que hay una sola oración que se extiende desde la página 259 a la 262, mediante complementos que anafóricamente comienzan con la palabra manos. A veces son oraciones, como sucede entre las páginas 168 y 172, en donde todas comienzan por la palabra alguien.

El léxico es abundante y complejo. Son frecuentes las comparaciones (que junto con la adjetivación son consideradas por algún crítico como rasgos muy característicos de su estilo: “como si fuese un criminal”, “la boca tan grande como un agujero”...

A veces, sobre todo en las descripciones adopta un tono casi poético: “La luna llena grande, blanca, con un resplandor frío y fosfórico, que resaltaba los volúmenes sin iluminar el aire”.

La luna, simbólicamente, acompaña las apariciones del asesino, de manera insistente, al igual que ilumina al inspector en los momentos en que se producen los asesinatos. Incluso el asesino confiesa al final: “Fue por culpa de la luna...me emborrachaba y la luna me hacía pensar cosas raras. Mi madre me lo decía de chico, que yo era lunero..." (pág. 433)

Lo mismo sucede al final del capítulo 12, cuando se repiten expresiones: a la luz de la luna..., entre las cosas alumbradas por la luna, la hoja saltando elásticamente herida por la claridad lunar,.. El aire es muy suave y quieto, como la claridad de la luna.

La repetición de las palabras ojos y mirada acompaña a la figura del inspector.

"Sería probablemente la mirada de un desconocido, pero el inspector estaba seguro de que la identificaría sin vacilación ni error en cuanto sus ojos se cruzaran con ella, aunque fuese una sola vez, de lejos, desde el otro lado de una acera, tras los cristales de un bar".

"Buscaba unos ojos, una cara que sería el espejo de un alma emboscada, un espejo vacío que no reflejaba nada, ni el remordimiento ni la piedad, tal vez ni siquiera el miedo a la policía".

El lenguaje se torna coloquial cuando intervienen los personajes en los diálogos y soez y vulgar cuando se refleja el pensamiento del asesino (cap. 12), quien también reprocha a sus padres el uso de un lenguaje arcaizante, que a él le parece trasnochado y despreciable (pág. 184).

El novelista reflexiona frecuentemente sobre el uso de las palabras, tanto en este caso en que la reflexión del asesino nos permite conocer el nivel cultural y el origen de su familia, como en otros casos... Por ejemplo, el inspector es especialmente sensible al uso político de ciertas palabras, que se convierten en eufemismos:” En el norte, a las matanzas de pistoleros personas dignas de respeto les llamaban lucha armada, y al terrorismo, abstractamente, violencia y un disparo de alguien era una acción” (pág. 242).